

Y llegó el día, el siervo de Dios Juan Pablo II, será beatificado.
Sus virtudes: la humildad (humildad de los grandes), y muchos dones para compartir
"Si me equivoco me corrigen..." Bastaron estas pocas palabras aquella tarde del 16 de octubre de 1978, para entender que quien se había asomado al balcón de la Basílica de San Pedro iba a ser un Papa "distinto", no sólo porque era un Papa de un "país lejano", sino también por su gran dosis de humildad y por su capacidad innata de comunicar y entrar en sintonía con hombres y mujeres de todo el mundo, que en aquel momento, en la plaza de San Pedro o a través de la televisión, veían antes de nada a un ser humano extraordinario al que tendrían ocasión de descubrir día tras día a lo largo de los 26 años siguientes.
La humildad está en relación con Dios, y en relación con los demás, es siempre en función de Dios. La humildad es una virtud que abre a la persona a la gracia de Dios.
Creíamos primero que su fuerza y carisma provenían de su juventud, de su fortaleza física, de su buen aspecto, de su simpatía y su humanidad. Hoy tenemos la certeza de que su carisma no era el resultado de sus dones exteriores, sino la manifestación de su fe extraordinaria y su fuerza interior
Humilde icono de Cristo en su enfermedad.
El recuerdo de aquel día...cuando se acercó a la ventana pero no lograba pronunciar las palabras de la bendición, sólo tomó una hoja y escribió "Totus Tuus". Fue la última frase que escribió en su vida
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS...
Isabel