He encontrado un
cuento del Padre Mateo Bautista, me resultó muy simple y aleccionador.
Era una señora Anciana que nunca pensaba en los demás. ¡Que
poco generosa que era!
Un día un
mendigo, un miserable mendigo pasó por su puerta y le pidió:
—¡Por el amor de
Dios, una limosna por favor!
La vieja lo miró
con asco. El hombre insistió.
—¡Una limosna
por el amor de Dios!
La vieja que en
realidad iba al basurero a tirar una planta de lechuga podrida, al ver que una
hoja estaba sana, se la arrojó al pobre hombre.
—¡Toma y lárgate
de una vez!
Paso el tiempo y
la señora murió. Y como era de esperar, en vez de subir a los cielos, la mujer
cayó de cabeza en el infierno.
Una mañana que
el Señor leía el libro de la vida se encontró que aquella mujer estaba en el infierno.
—Pedro…
—Sí Señor, ¿qué
sucede?
—¿Cómo es que
está señora, fue al infierno?
Pedro le explicó
lo mala y avara que la mujer había sido en vida.
—Pero aquí dice
que una vez le dio una planta de lechuga a un pordiosero.
—Si Señor, lo
que no dice es que la planta estaba podrida.
—Pedro, una hoja
estaba sana… y ese mendigo era yo mismo.
—¡Señor!
—Toma la hoja y
con ella trae a la anciana al cielo.
Obediente, Pedro
tomó la hoja sana de la lechuga y con ella bajo al infierno.
—Clorinda… ¡Clorinda Benítez!
Al rato se
escuchó la respuesta:
—¿Quién me
llama?
—Soy Pedro. El
Señor dice que hubo una equivocación, porque una vez le diste una hoja de
lechuga a un pordiosero. Acá te mando la hoja, sube.
Rápidamente,
Clorinda se aferró a la hoja tratando de ascender. Pedro tiraba y la vieja
subía. Los demás condenados al ver la posibilidad de salir del infierno, se
prendieron a sus piernas y los otros a los otros. Al rato era una cadena humana
todos agarraditos de Clorinda. La vieja al notar que todos se prendían de ella, comenzó a dar patadas a diestra y
siniestra, gritando:
—Fuera
desgraciados, fuera, que planta de lechuga podrida era mía.
Y en ese
momento… la hoja se rompió.
La solidaridad
es algo más
que dar.