Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece el él.
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sábado, 27 de abril de 2013
San Agustín.
San Agustín nos habla del Espíritu Santo.
¿Cómo se puede decir que el Espíritu Santo gime? Siendo que goza con el Padre y el Hijo de una eterna, perfecta felicidad?
Porque el Espíritu Santo es Dios. Como es Dios el Hijo y es Dios el Padre. El Espíritu Santo no gime en sí mismo ni dentro de sí mismo en aquella Trinidad, en aquella felicidad, en aquella eternidad de sustancia; gime en nosotros porque nos hace gemir.
No es poca cosa lo que nos enseña el Espíritu Santo. Nos insinúa que somos peregrinos y nos enseña a suspirar por la patria, y los gemidos son esos mismos suspiros.
(Tratado sobre el Evangelio de San Juan 74, 2)
viernes, 19 de abril de 2013
El Señor llama a tu puerta.
Himno.
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las horas del invierno a oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
Pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
Si de mi ingratitud el hielo frío
Secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía;
“Alma asómate ahora a la ventana,
¡Veras con cuánto amor llamar porfía!”
¡Y cuánta hermosura soberana
-“Mañana le abriremos”, respondía,
Para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega.
martes, 9 de abril de 2013
Perdón hermano.
¿Por qué resulta tan difícil perdonar?
Leyendo el libro del Padre Ariel Álvarez Valdés: “Enigmas de la Biblia” me encontré con un tema muy interesante: el perdón.
A veces pensamos que perdonar, es aceptar la mala conducta del otro. ¿Jesús nos pide eso al decir que perdonemos? No.
Cuando le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, Jesús la perdonó. Pero no justifico su mala conducta, ni le dijo que estaba bien lo que había hecho. Al contrario, le dijo: vete y de ahora en adelante no peques más. (Jn 8, 3-11)
Perdonar no es disculpar, no es liberarlo de la culpa al otro. No. Aun cuando el otro es culpable, uno debe buscar perdonarlo, porque de esa manera nos libramos de un sentimiento de frustración que puede intoxicarnos.
El perdón es ante todo una decisión personal. El perdón es algo que uno realiza en su interior, mediante un diálogo con Dios. ¿Cómo sabemos que hemos perdonado? Porque ya no le deseamos mal alguno a esa persona.
El rencor nos hace mayor daño a nosotros. Ya que el otro ni se entera de nuestra bronca. Perdemos el sueño, vivimos enconados y ¿a quién hacemos mal? A nosotros.
Perdonar es soltar de la mano una braza encendida, que asimos tontamente en algún momento de la vida y que nos lacera y nos quita las ganas de vivir,
Por eso es muy acertado el consejo de San Agustín: “Si un hombre malo te ofende, perdónalo, para que no haya dos hombres malos”.
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