Virgen María, Madre de Dios,
dame un corazón de niño,
puro y transparente
como el agua de una fuente.
Dame un corazón sencillo
que no se goce
en la amargura de la tristezas.
Un corazón grande para darse
y tierno a la compasión.
Un corazón fiel y generoso
que no olvide ningún beneficio
ni guarde ningún rencor.
Dame un corazón manso y humilde,
que ame sin exigir ser amado,
que goce desapareciendo en otro corazón
y dispuesto a hacer la voluntad divina.
Dame un corazón grande y valiente
que no se cierre por ninguna ingratitud
ni se canse por ninguna indiferencia.
Dame un corazón
atormentado sólo por la gloria de Jesús,
herido por su Amor
con una herida que no se cierre
sino en la vida eterna.
-L. de Grandmaison-